Agotados tras un día de entrenamiento, los rubios James y Lyle se echan una siesta rápida a la sombra, aunque el joven Lyle no puede relajarse hasta que no haya resuelto esa furiosa erección que no ha podido controlar en todo el día. Cuando James se despierta lentamente, pilla a Lyle en el acto y acepta que es hora de hacerse la paja. Tumbados en la hierba, los dos jovencitos se bajan los calzoncillos hasta los tobillos y sus grandes pollas en las manos, se masturban el uno al otro, sus pelotas rebotan en movimiento mientras se acercan al orgasmo, el pequeño Lyle disparando primero, rápidamente acompañado por James, vaciando su carga por su eje y en su mechón de pelo.